Teresa Delgado Duque

INDISCIPLÍNAME

Indisciplíname.

Desordéname, 

desbórdame

Desnúdame.

Bórrame,

escríbeme

rómpeme.

Bébeme,

trágame

muéreme y náceme de nuevo

en las yemas de tus dedos,

en el crepitar de tu mirada 

y en la saliva que anega

la lengua que dibuja 

cada letra de de tu beso.

La petite mort

Se desliza rendida

a mis pies

la excusa tejido

y la piel

es la única barrera

entre mi arrebato papel

y tu pluma.

Atraviesa pues

cada uno de sus poros muralla,

en genuina batalla

para escribirnos.

Entremos yo en ti

y tu en mi ,

como estrellas palabras salpicando la noche.

Pasa dulcemente mis páginas

y luego abre de par mis mares

para que entres

en lo profundo sagrado de mi cuerpo

y de mi alma,

allí donde nace la muerte inevitable

balanceandose en

un arrebatador ascenso en picado

hasta cielo del mismísimo ardiente infierno

que nos late en las venas.

Sentencia la palabra proscrita

pasión que hace añicos el tiempo cristal.

Penétrame pues,

hasta la primera de mis vidas

alli donde sellaste

con tu semen

nuestro pacto eterno.

Desemboca en la boca grial

de mis entrañas

con tu exquisito cálido caldo.

Vino blanco y espeso

con el que brindar

por una sola muerte,

la de estos dos muertos de vida que somos

DISPUESTOS A NACER ETERNAMENTE.

Instinto

Continúas al asecho.

Es inmenso,

Pesado,

infinito el silencio de tus huellas.

El aire huele a instantes de instinto.

Agazapo el deseo de ti,

me disipa el paisaje.

No respiro,

encapsulo el latido delatador,

cierro los ojos

y es detrás de mis párpados

donde nos vemos frente a frente. 

Vuelve el aire

Estalla el pulso

Arremete el fuego.

Nos rasgamos,

nos saciamos la sed

el hambre

y la vida.

Desaparecemos

y en las mil y una gotas

de sangre

sudor y lágrimas,

en los granos arena de piel

que llueven uno a uno

el tiempo nuevo

surgen

las semillas

de un poema infinito,

Nuestro gran poema.