"COLLIGE, VIRGO, ROSAS DUM FLOS NOVUS ET NOVA PUBES" (Ausonius)
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lunes, 31 de octubre de 2011

Olga Liliana Reinoso

NO TE AMO



No te puedo borrar de mi memoria.
Aquella mirada desposeída mutiló todas mis vergüenzas y viró el timón de mi vida lanzándome a la tempestad.
Me siento desvalida, náufraga, incomunicada, en busca de la isla de tu abrazo, de la barca de tu boca, con una multitud de tiburones en mi sangre, dispuestos a avorazarte lentamente, con la minusvalía de la luz del poniente que palpita de sed.
Vuelan los pájaros de mi deseo hasta la esquina de tu cuerpo, manzana pródiga y prohibida, cita frugal con el silencio que escribe en los barrotes afiebrados de esta luna del nunca para leer mentiras que encienden los cometas mientras viajan en la bicicleta de la noche.
Yo camino descalza por la pizarra del regreso, una estela de tiza me aconseja seguir. Y fibrones de luz recitan el poema insepulto de tus manos.
Bebo el miedo de que jamás hable el teléfono, de que la computadora no me haga el amor, de que ya no sea posible planificar un cielo.
El cuaderno de mis pensamientos es apenas una tormenta de verano. Desordenado, impetuoso. No atiende mis súplicas ni comunica mi desierto.
De una sola cosa estoy segura: no te amo.



Mi boca



Mi boca es puro oleaje sobre tu cuerpo de cristal. Más que besar, recorre sinuosamente tu universo de cabellos de miel hasta el apocalipsis de tus pies.
No hay lugares ignotos ni rumores secretos. No hay luminosidad ni breva jugosa que me esté prohibida.
Y cuando se dan cita nuestros labios, la fusión es perfecta; el calce, justo; la sed inagotable, la pasión un abismo sin límites ni frenos.
Arde el volcán, su fuego lame las cavernas sin dolor y sin pausa.
Todo se paraliza en derredor y todo bulle. Un silencio revolucionario nos enlaza.
Se unen los cuatro elementos, se contorsionan, vuelven al principio, engendran el futuro, gozan el presente.
No es posible amar tanto una centella. No es posible sentir la mordedura del infierno justo en el punto G del alma.
Te desbordas en mí, me precipito, subes hasta la cima y te desplomas sobre almohadones tibios en el río.
Soy correntada, soy piedra lujuriosa, me bebo a lo vampiro cada gota de tu sangre impoluta y te devuelvo fénix a la vida, orgulloso de vos y de este instante.
Somos un manantial de yerbabuena, somos lavanda, ceibos y jazmines. Amos de una penumbra delictiva, oasis del jardín de las delicias.
Y de pronto te duermes. Mi mundo se ensombrece. Pero poso mis ojos en cada surco de tu cara hermosa, tu confiado reposo entregado a mi vigilia.
Descubro que te amo de una manera indescifrable, abocada, frutal, vino de vida que me unge emperatriz, poeta, amazona, vientre, custodio de tu cuerpo de ángel (aunque digas que no: veo tus alas, me llevas a volar).
Te bebo una vez más, a puro trago, aguardiente feroz en mis entrañas. Y renazco alborotada, nimbada de niñez y de impudicia. Rotas ya las cadenas del escarnio, muerta la esclavitud, sepultado el olvido.
Canto a tu selva memorable, canto al salvaje, al primitivo, al único.


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